Pasa a tu lado una y otra vez. Sin mirarte a la cara. Una vez más. Cargado siempre, hacia un destino cambiante y con actores conocidos pero inconstantes. Como si no te conociera. Cuesta creer que una vez fuerais camaradas, compañeros en mar y tierra. Vuestros labios invocaron númenes presuntamente contrapuestos a quienes ambos os encomendabais el uno al otro porque os sabíais compañeros frente al mismo enemigo, uno que admitía abiertamente buscar vuestra extinción para usurpar vuestra única riqueza, la estepa que os castigaba a vosotros y a la que tanto os costaba someter estación tras estación.

Ajado y cansado, con el paso quedo, es la venerabilidad hecha carne. Camina sin mirar porque sus ojos ya no ven. Todo a su alrededor tiene que estar medido al milímetro pero aún así sus pasos son seguros y firmes, como guiado por algún poder que sólo el puede seguir, olvidado por el resto del mundo tiempo ha. Su simple presencia es imponente. Irradia ese poder del que se imbuyó en su juventud, como un vetusto caudillo que hubiera conducido a una victoria tras otra a los guerreros. Entiendes lo que han tenido que sentir hombres y mujeres ante él.

Te ignora. Sabes que lo hace. ¿Cómo no? Tú eres la causa de que esté ahí, el culpable de su desdicha. Un hombre con su poder, rebajado a esconderse. Entiendes que te haga objetivo de toda su ira aunque refrene la violencia que debe arder aún en su interior. Y aún así, en tu mesa se acumulan los picheles, que vacías automáticamente. Tienes mucho que acallar y tu camarero y sus silenciosos reproches son una de esas cosas. Mientras tu poder crece y tú te niegas a utilizarlo para liberaros a ambos, el suyo mengua y debe esconderlo para manteneros a salvo.

Suspira mientras los dos chamanes que lo acompañan le ayudan a sentarse. La agilidad y la fuerza perdidas han sido sustituidas por el poder de los ancestros. Sientes los catorce tótems a su alrededor, ardiendo en tu presencia simplemente por la suya. Vuelve su cabeza hacia ti, sabe que estás ahí. Y te sonríe. Sabe quién eres.

– Al fin aquí. Sabía que volveríamos a vernos aunque tú no fueras consciente. Los ancestros lo cantaban. No ha sido fácil esperar para encontrarte de nuevo. Bienvenido, media alma. Bienhallado, antiguo amigo. Es agradable volver a verte a través de la edad.

Este susurro participa en #relatosEdad convocado por @divagacionistas.

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